
Por: Sebastian Mariz, CEO de InFluenze Spain.
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El pasado fin de semana coincidió con el solsticio de verano, cuando el sol alcanza su punto más alto en el cielo, pleno verano para latitudes más septentrionales y la supuesta fecha de nacimiento corporal de San Juan. Un momento simbólico y casi celestial para muchos países, pero especialmente significativo este año para España.
En medio del ruido mediático sobre el gasto en defensa de la OTAN y varios escándalos de corrupción, el Gobierno de Pedro Sánchez junto con sus socios catalanes y vascos ha dado pasos decisivos hacia la configuración de una nueva Federación Ibérica de Estados Nación. Este proceso podría culminar el próximo lunes con un acuerdo histórico entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña, que permitiría a Cataluña recaudar sus propios impuestos y negociar su contribución al presupuesto común del Estado.
Esto supondría el fin del régimen constitucional de transición vigente desde 1976, el marco bajo el cual ha operado la sociedad, la administración y la economía españolas durante casi 50 años.
¿Qué implicaciones tiene esto? Significa que las otras 15 comunidades autónomas se verán forzadas a adaptarse y a solicitar una autonomía fiscal similar, lo que en la práctica supondría la implantación de un sistema federal, en el cual:
- El Gobierno central gestionaría un presupuesto más reducido.
- Las regiones emitirían su propia deuda, con primas de riesgo diferenciadas.
- Se ajustaría el tamaño de la Administración Pública a un nuevo equilibrio fiscal.
- Las comunidades autónomas asumirían mayores competencias legislativas y ejecutivas.
- Aumentarían las diferencias interregionales en renta per cápita y servicios públicos.
- Podrían surgir esquemas regionales de pensiones, afectando el fondo nacional de la Seguridad Social.
En resumen: el modelo del “café para todos” llega a su fin.
Es previsible que los partidos conservadores y de extrema derecha continúen reaccionando con dureza ante este cambio estructural, pero su retorno al poder dependerá, en buena medida, de su disposición a aceptar las nuevas reglas del juego.
A corto plazo, es probable que Sánchez aproveche el verano para abrir negociaciones sobre los presupuestos generales de 2026, con un borrador en septiembre y aprobación en noviembre. Posiblemente uno de los últimos presupuestos nacionales con esta dimensión.
Todo esto marca el inicio real de una legislatura que entra en su último año, en el camino hacia las elecciones generales de 2027. Sánchez buscará capitalizar estos avances como parte central de su campaña.
Pero la incertidumbre política sigue presente. El regreso de Puigdemont en septiembre puede alterar el equilibrio. Su Partido conservador y nacionalista catalán buscará diferenciarse de ERC y del PSC, marcando distancia tanto de Sánchez como de Salvador Illa. Aunque con la vista puesta en las elecciones catalanas de 2028, podría ofrecer unos meses de relativa calma política.
Pero la incertidumbre política sigue presente. El regreso de Puigdemont en septiembre puede alterar el equilibrio. Su Partido conservador y nacionalista catalán buscará diferenciarse de ERC y del PSC, marcando distancia tanto de Sánchez como de Salvador Illa. Aunque con la vista puesta en las elecciones catalanas de 2028, podría ofrecer unos meses de relativa calma política. Al menos hasta el próximo solsticio de verano… o hasta que vuelvan los fuegos artificiales de San Juan.
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